Suele suceder que de los peores momentos que uno sufre sacamos las mejores lecciones.

Ya se porque estaba tan apegada a él, a ese pasado, y no era por amor o costumbre. Al fin había abierto los ojos debido a un raro suceso. Había crecido demasiado en esa relación, con él. Había crecido abismalmente. Era una persona diferente a la que se puso de novia hace cinco años. Hoy era más libre, más intensa, más alegre. Hoy conocía el sentido de la vida, gracias a él, a nuestra relación que me había enseñado tanto, y a que cuando lo dejé sentí que todo se rompía dentro de mi. Hoy sabía para que vinimos a este mundo. Para ser felices, repetía aunque nadie pudiera escucharme. Repetía para mi misma y para mi inconsciente, hasta saberlo y clavarmelo adentro. Hoy sabía que era lo que extrañaba o por lo que tanto lloraba a veces. Crecer duele. La semilla pasa por mucho dolor hasta florecer. Hoy lo sabía. Y también sabía que no había terminado mi proceso. Pero si lo más importante, el despertarse, el darse cuenta. Eso ya había pasado. Vinimos a éste mundo a ser felices...