Tú boca.

Y porque todas las cosas más triviales me parecían asombrosas al pasar por tu boca, esa boca. Tu belleza no era admirable, lo sé, porque desde el momento en que te vi y me saludaste y yo yacía con las piernas cruzadas en aquel banquillo de desayunador alto, nada me había llamado lo suficiente la atención más que esos anteojos que dejan traslucir unos enormes ojos oscuros, y tu andar que sí era particular, particularmente desgarbado y despreocupado. Pero volviendo al asunto de la boca, cuando empezamos a hablar, sin prestarte mucha atención, entre el humo y la música tan fuerte hasta el punto de ser casi inaudible de ese boliche, y las luces, me gustaba lo que decía esa boca, porque escupías palabras y verdades sin pensar en lo que pensaba yo. Al oírte pensaba ''esa boca parece sincera, ¡y qué sensuales me resultan las verdades en los labios!
                  Jael