De padres y presencias ausentes

 Fue una decisión la que mi padre tomó consciente o inconscientemente de no estar. De nunca estar para mi, de jamás buscarme del jardín o de la escuela, de no saludarme para mis cumpleaños, de jamás tocar mi puerta a pesar de vivir pegados patio con patio. Estar presente pero desde el abandono, desde la ausencia siempre. Me gustaría decir que hay ausencias que representan un verdadero triunfo porque quien desearía que estuviera presente un ser tan horrendo que se dedicaba a dejar hijos abandonados por ahí sin sentir remordimiento alguno, pero no. Para mi no representaba un triunfo. Porque siempre dolió tanto esa ausencia y porque siempre necesite tanto que esté ahí. Y eso jamás le nació, y eso era algo que yo jamás podría cambiar porque no dependía de mi. Solo dependía de mi superarlo y hacer que no importe.

Hacer el duelo es más fácil cuando el padre fallece, porque simplemente no está más y no puede estar. En cambio tener que hacer duelos con un padre vivo pero que no quiere estar es mucho más tristemente complejo